martes, 26 de marzo de 2013

Marta Abreu N° 116



Foto aparecida en La Lucha, magazine de 1926
A principios del siglo XX, al inmueble le correspondía el N° 11 de la calle Marta Abreu. La finca urbana estaba registrada a nombre de un reconocido médico cirujano villaclareño, el doctor Rafael O. Pedraza. Además de vivienda familiar, la casa albergaba la consulta del galeno, quien durante once años ejerció como médico municipal de Manicaragua. La casa actual, registrada con el N° 116, conserva la misma fachada de los albores republicanos y que remplazara la casa colonial que la precediera. Construida durante el periodo de renovación urbana, la fachada expresa la pujanza social de los notables de la ciudad en esa época. El uso de materiales costosos, como el granito –verde y rosado-, para enchapar el muro inferior de la fachada, amplias ventanas que como la puerta principal terminan en arcos y decoradas con molduras, protegidas por columnas y rejas en hierro forjado, que coinciden con los postigos laterales y con los paños de las ventanas. La parte inferior de las ventanas llevan balaustres tal como el frontispicio, a todo lo largo del muro superior, y sobre la cornisa, de decorado simple pero protegiendo un friso ornado de medallones y lambrequines. Detalle que malogra la armonía de estilo de este inmueble, es la reja instalada en la puerta principal, una mezcla de reja de hierro con alambrones y cabillas. Aunque la fachada está bastante bien conservada, necesita un mantenimiento que aumente el valor patrimonial de la misma, sobre todo si consideramos que está situada en una arteria principal de la ciudad y que hace parte de un conjunto urbano con inmuebles de carácter representativos de una época cargada de historia. ©cAc



viernes, 22 de marzo de 2013

La Casona Jover (Hostal de Mirtha & Denis)



Como buena cantidad de familias villaclareñas, los Jover tienen su origen en el norte ibérico, allá por Asturias o Cantabria, donde picos y colinas valonadas hacen la costa verde y el mar de un azul inimaginable. No sé qué vapor los trajo desde Vigo hasta La Habana, lo cierto es que eligieron la ciudad de Marta para instalarse y la calle Colón para domiciliarse. Vivienda de planta tradicional, fue en sus orígenes una casa colonial levantada en una parcela respetable por sus dimensiones dando a la calle Colón. La casona, en los años de renovación urbana de la ciudad, sufrió transformaciones y como en numerosos inmuebles de la ciudad, la rehabilitación dio lugar a dos viviendas gemelas, inscritas en el Registro de la Propiedad como fincas urbanas (Colón 167 y 169) ocupadas por los Jover. Con esos trabajos, la fachada ganó en altura, se dotó de una cornisa y escondió la cubierta de tejas detrás de un frontispicio ornado de molduras rectangulares. Una fachada simple cuando la tendencia que prevalecía era la de muros eclécticos con abundancia de molduras decorativas. Dos entradas principales cuyas puertas llevan postigo guarecido por enrejado y dos grandes ventanas con doble postigo, celosías en el marco superior y protegidas por sendas rejas en hierro forjado, trabajadas en tres cuerpos: el cuerpo central de una simplicidad sin par imitando una arcada, el cuerpo inferior forjado discretamente, y el cuerpo a la altura de las celosías, una forja elegante que se transforma en lambrequines cual escudo trabajado en el recio metal.
Los años han pasado y casi centenaria, la casa ha conservado el frescor de su fachada, una casona cuyo conjunto le ha dado nombre al hostal que ocupa los muros de la vivienda familiar donde antaño se instalaran los Jover llegados a Santa Clara. El hostal, atractivo por su proximidad al parque Vidal y por su funcionalidad y confort, se ha convertido en una dirección recomendada en numerosos sitios y guías para viajeros. La autenticidad de la vivienda, guarda impecablemente el toque colonial imbricado a lo neocolonial, y hace remontar a los huéspedes en la máquina del tiempo lo mismo sentados en la tranquilidad de sus piezas de estar, que como toda la casa muestran esos pisos de época, de hermosos mosaicos, o sentados en los confortables sillones del pasillo exterior techado, espacio tocado de verde salpicado de trepaderas, arecas y rojas flores de pascuas. Mirtha y Denis, que regentean el negocio familiar, son excelentes anfitriones y se encargan de colmar al visitante en los más mínimos detalles. ©cAc-2013

jueves, 21 de marzo de 2013

El Aula Magna del Instituto de Santa Clara (cont)




Detalles del recinto

El Aula Magna del Instituto está situada en la primera planta del edificio, y se accede a ella una vez dentro de la casa de estudios y por sendas escaleras que permiten, por la izquierda y por la derecha, subir a ese primer nivel del inmueble. El aula, y los dos locales que servían de anexo a la misma, ocupan toda la planta norte y a todo lo ancho de la fachada. Cada local anexo, -que no han sido devueltos al Aula Magna como originalmente fueran concebidos-, tiene entrada independiente por el corredor exterior del salón y ventana hacia la plaza. El Aula tiene siete puertas de tres paños cada una, que pueden abrirse enteramente, compuestas por 15 vidrios, 5 en cada paño, y tres superiores a manera de celosía y trabajada la carpintería. Tres puertas sirven de acceso al recinto, desde el corredor; tres dan al Parque Vidal, y éstas se convierten en balcón balaustrado al mismo nivel de la fachada pero protegidos por el soportal cuyas columnas tienen la altura de los dos niveles del inmueble; la séptima puerta está situada a la derecha del Aula, que es la parte trasera del salón y permite el acceso al anexo que está de ese lado. En la pared que da al poniente, hay dos puertas que dan al anexo de ese lado y que abren hacia el Aula. Ambas puertas tienen incorporadas en su parte superior, una especie de escudo, si consideramos los soportes, los lambrequines y la cimera, que componen el trabajo de ebanistería.  La parte inferior de los muros está enchapada en madera, incluyendo la plataforma de las doce columnas de fuste liso que decoran las paredes o intercaladas entre las puertas. Molduras, cornisas, frisos y capiteles hacen parte del ornamento de muros y techo, aún huérfano de sus lámparas originales. Tres frisos visten la pared situada detrás del estrado del Aula Magna. El principal representa al Apóstol José Martí, y los dos otros, al General Antonio Maceo y al Generalísimo Máximo Gómez, quienes formaron la trilogía patriótica más importante de la guerra por la independencia de Cuba del colonialismo español. Nótese que el friso principal está coronado por un escudo en cuyo medallón rojo aparece la estrella, alusión a la bandera cubana. El mobiliario de Aula Magna se compone de una tribuna sobre un estrado ligeramente elevado, con tres sillas de respaldo alto, de las cuales una que puede entenderse propia a quien preside la solemnidad del recinto, un poco más elevada. Próximas al estrado, reservadas a personalidades e invitados, ocho butacas con respaldar de pajilla se sitúan de perfil a la tribuna. El podio y las ochos butacas están separados de la sillería del público, - un total de sesenta y cuatro butacas-, por dos barandillas que llevan en cada extremo un soporte cuyo conjunto hace de puerta separadora. El mobiliario del Aula Magna, fue diseñado por una especialista en restauración, la arquitecta Yiset Betancourt, que estudió las piezas originales siguiendo fotos de época. La fabricación estuvo a cargo de un carpintero ebanista de la ciudad de Placetas. Leídos estos detalles, les presento algunas fotos del Aula Magna restaurada. Estoy convencido que el cuidado y conservación de la misma está en buenas manos. ©cAc-2013





Arq. Yiset Betancourt C.

miércoles, 20 de marzo de 2013

El Aula Magna del Inst.de Santa Clara


Apuntes a manera de introducción
La ciudad de Marta ha incorporado a la lista de objetivos patrimoniales recuperados, un recinto difícilmente visible, y que además de no ser visitable, el acceso al mismo es de hecho casi imposible. Me refiero al Aula Magna del que otrora fuera Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara. El Instituto, como familiarmente lo llamaban los villaclareños, construido durante la presidencia de Mario García-Menocal, y siendo gobernador provincial el Mayor General Francisco Carrillo y Morales, abrió sus puertas en 1915. Las casas de estudio, institutos y universidades han incorporado siempre a sus recintos un espacio reservado para ocasiones especiales, denominados Aula Magna. El proyecto constructivo del Instituto de Santa Clara, concibió para sus actos solemnes un recinto a la altura de su importancia educativa en aquellos primeros lustros de la vida republicana. Por el Instituto villaclareño pasaron numerosas generaciones desde su creación, jóvenes que además de hacerse bachilleres fueron espectadores de los cambios políticos que se sucedían en la Isla, y hacedores de la lucha estudiantil contra los gobiernos de turno. De la misma manera, fueron testigos de aquellos que discursaron desde el estrado del Aula Magna y que imprimieron notoriedad a la historia del Instituto. El recinto estudiantil, rebautizado por los nuevos aires que trajo la revolución de 1959, fue perdiendo aquello de instituto para convertirse en Pre, -para abreviar la palabra Pre-universitario-, Pre de la calle, para diferenciarlo de aquellos situados en el campo, y como se le agregó nombre de un mártir revolucionario, los estudiantes le llamaban Pre Osvaldo Herrera. Entré como alumno del plantel casi finalizando el curso escolar 1978-79 y obtuve mi diploma de bachiller en el borrascoso año 1980. Recuerdo haber entrado a cuanta aula, laboratorio o local tuve oportunidad. Para entonces, el Aula Magna del Instituto era un aula más del Pre-universitario y de su mobiliario poco quedaba. Pasaron treinta y tres años sin volver a poner los pies en el Instituto. Durante ese tiempo, los cambios han sido brutales, cambio en el tipo de enseñanza, de alumnado, de claustro profesoral, cambios y deterioros, cambios y abandonos.  Intenté hacerlo hace unos años atrás para tomar fotos del mismo y no pude (existe una resolución de Educación que prohíbe entrar sin autorización en las escuelas del ministerio y mucho menos hacer fotografías), y ahora, recién restaurada el Aula Magna y estando avisado de la buena nueva, pude entrar, acompañado de la especialista de Patrimonio que tuvo a su cargo una parte de la empresa restauradora, y con la anuencia de la directora del centro, una educadora apasionada que guarda con celo las llaves para entrar al solemne salón, y que con pasión cuida aquello que ha sido historia y que viene a convertirse en joya del casi centenario Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara. No osé hacer otras fotos que aquellas del Aula Magna, me hubiera gustado fotografiar el deterioro que carcome aquel que fuera templo de la enseñanza, y que pide a gritos un cierre temporal para que le devuelvan la austeridad de sus muros y columnas, la majestuosidad de su arquitectura neoclásica. ©cAc-2013 

martes, 19 de marzo de 2013

El "América", rehabilitado, reconstruido o vuelto a construir?




De vuelta a la ciudad del Bélico en el otoño del 2012, pude constatar que el nuevo Hotel América ya era una realidad. Aún sin haberse terminado todas las instalaciones secundarias del hotel, el servicio de hospedaje ya había comenzado a funcionar y el turista llegado a la ciudad, siempre carente de oferta hotelera (que no quiere decir carencia de hostales y habitaciones de renta al turista), descubría un sitio de talla humana en el corazón urbano. La terraza aireada, a la que se accede desde el bar-cafetería, -que los empleados llaman “desayunador”, es agradable, tranquila, un sitio sin música delirante y gritona, y en el cual se puede beber, picar y conversar totalmente evadidos del bullicio de la calle Colón, y de la eterna cola de Coppelia. El hotel se confirma como refugio de los ciclo-turistas que pedalean por la Isla, y cuando queden terminadas las dos piscinas (una para grandes y otra para niños), será la atracción de turistas que viajan en familia y buscan reposo y confort en ámbito citadino. Es chico, -unas veinte habitaciones me dijeron-, es acogedor, y sus paredes, en corredores, recepción y habitaciones, muestran obras de pintores locales. El personal, cordial y atento. Cuando asistí invitado al “timbeque” ofrecido por el centro de patrimonio de la ciudad, el hotel puso a disposición del evento lo mejor de su cocina y pastelería, y de su coctelería. Esos detalles me conminaron a volver allí, innumerables veces, y deleitarme en compañía de buenos amigos y familia, de una fría cerveza local, lo mismo al final de una tarde calurosa que una fresca noche de nuestro cálido invierno. ©cAc-2013

lunes, 18 de marzo de 2013

Proyecciones del nuevo "América"



La segunda intervención, ésta vez de carácter constructivo, comienza en el 2010. La intervención se precisa como “rehabilitación del Hotel América”, siendo su principal inversionista Inmobiliaria del Turismo, una sociedad inmobiliaria perteneciente al ministerio del turismo [MINTUR] y el explotador del “rehabilitado” hotel (yo diría del nuevo hotel, porque del viejo solo guardó su nombre), el Grupo Hotelero Cubanacán. La obra constructiva a cargo de la ESI VC y de la ECOA-1. Los dimequetediré se concentraron en las propuestas de proyecto para la fachada del inmueble, -de estilo racionalista y sin ninguna decoración-, y el batallar de los especialistas de patrimonio urbano villaclareño, por hacer cumplir lo reglamentado para las nuevas inserciones dentro del centro histórico urbano de Santa Clara. Creo que las propuestas presentadas por dos arquitectas de la Facultad de Construcciones de la UCLV dieron pie con bola en aquello que realmente debía “rehabilitarse” y construirse. ©cAc-2013

domingo, 17 de marzo de 2013

El ocaso del Hotel América


El Hotel América estaba en la mirilla de las autoridades locales desde hacía tiempo, y no faltaban las entidades interesadas en participar en el proceso inversionista de hecho complicado. Hacía falta concretizar un proyecto responsable y un buen ejecutor. Finalmente el hotel cerró sus puertas en la primera década del 2000. Pregunté y nunca me precisaron la fecha. Casi al mismo tiempo, se cierra el acceso al parque colindante. Me han dicho que aunque el hotel había sido clausurado, la familia continuaba viviendo en la tercera planta. Parece que un buen día decidieron reubicarla en otra vivienda, y es a partir de ese momento que los muros del hotel comienzan a desvestirse y la conversión en ruina se hace inminente. Mientras el suspenso atraía la curiosidad de los pilongos acostumbrados a tomarse un helado en Coppelia, la desolación se apoderaba del sitio solo ocupado por columnas y espectros fantasmales. La hierba comenzó a cundir el espacio de lo que había sido parque de conciertos y espectáculos humorísticos. Corría el año 2009. Se avizoraba la segunda intervención. ©cAc-2013

sábado, 16 de marzo de 2013

Hotel América - las dos intervenciones



Evidentemente, no me refiero a intervenciones foráneas de tipo « intervención militar norteamericana ». No. La palabra intervención tendrá aquí dos sentidos distintos, y ambas indisolubles a la historia del Hotel América. La primera intervención, fue aquella en la que las autoridades revolucionarias pusieron en las manos de un “interventor” la administración del hotel. La dicha intervención fue en los años 60’, nunca después de 1968, que fue el año en que el proceso intervencionista llegó a su término. No sé si, como en otros comercios intervenidos, el propietario del hotel quedó como empleado del mismo, pero creo haber escuchado que la familia, que ocupaba la tercera planta como vivienda, se mantuvo en la misma. No eran muchos los hoteles de la ciudad, y con las intervenciones, los mismos se convirtieron en cuarterías. Los propietarios eran expropiados, y los inquilinos se convertían en usufructuarios de la Reforma Urbana. No fue así en el América, que mantuvo su condición de hotel, y que mal que bien, siguió prestando servicios a los que pasaban por la ciudad y no podían hospedarse en el Santa Clara Libre o en el apartado Los Caneyes de reciente factura. El América fue convirtiéndose con los años en hotel paso y para resolver asuntos de índole privada. Y en ese ajetreo y “resolvedera” de problemas carnales, el hotel fue ajándose y deteriorándose, y como para esos momentos cruciales que no siempre duraban más de dos o tres horas, y aunque algunas parejas pasaran toda la noche, el establecimiento fue ganando en mala reputación. Al menos eso decía la gente de Santa Clara no ajena al chisme y al comadreo. Pues eso fue el Hotel América durante buena cantidad de años. Vecino colindante del Parque del Humor convertido en Parque Chaflán, a partir de la fecha en que muere el humorista en agosto de 1992, vecino frontal del Coppelia y a dos pasos de un hermoso inmueble convertido en cuartería. Y la segunda intervención? Más adelante la veremos. ©cAc-2013

viernes, 15 de marzo de 2013

El hotel de la calle Mujica (Hotel América)




El Hotel América, con su lumínico propio de la época alcanzó poco más de medio siglo de existencia. Nació en zona céntrica, pero demasiado bulliciosa a esa altura de la calle al tener como vecino al más grande mercado de abastos de la ciudad: la plaza del Mercado. Por la derecha, una vivienda familiar. No tengo idea del inmueble que tuvo a su izquierda (mi memoria reconoce solamente el solar yermo que ocupaban las parcelas desde Mujica[1] a Gloria). Por el fondo, los inmuebles de la calle Gloria, entre los que estaba la tintorería del señor Valdueza, un peninsular establecido en Santa Clara (esta edificación demolida hizo  parte del solar yermo posteriormente convertido en Parque del Humor o Parque Chaflán[2]). Pero, qué de novedoso tenía este inmueble clasificado como edificio e inscrito como hotel en el registro comercial de la ciudad? La pulcritud de lo nuevo, la solidez de sus materiales constructivos, que aumentaba el número de habitaciones disponibles en una ciudad pobre en infraestructura hotelera? Todo eso quizás. La planta baja del América era de puntal bajo, con marquesina corrida a lo ancho de su fachada. A pesar de su puerta principal y tres ventanales a la calle, la planta baja era sombría para no decir obscura. Tres niveles superiores, accesibles por escalera, porque no tuvo nunca ascensor. Las habitaciones, estrechas, aquellas dando a la calle con ventanas de persianas: doce cuartos, como el resto del hotel, con baño y aire acondicionado. El neón de su lumínico, balanceando destellos de colores toda la noche. La quietud callejera vino con el cierre y demolición de la plaza del mercado, que desde el alba comenzaba a ganar vida. En su lugar, fue construida la heladería Coppelia, y aunque el ajetreo no fuera como el de la plaza del mercado, una nueva vida cobró auge frente al hotel. El hotel fue expropiado en los tiempos de la intervención revolucionaria, pero los dueños pudieron permanecer en la parte ocupada como vivienda, en la tercera planta, accesible por el recinto hotelero. Un enclave particular en un establecimiento administrado por el Poder Local. Un “casse tête”, otro imbroglio, fuente de litigio, conflicto latente en permanencia. Los años sesenta vieron el comienzo de la degradación, que aumentó progresivamente y tocó a los 90’ ver el empobrecimiento total del servicio y las prestaciones del mismo, que ya lo habían convertido en hotel de paso, posada de encuentros amorosos, fortuitos o por necesidad y desespero, lejos cualquier tipo de confort, y hasta la mínima de las prestaciones. Tampoco recuerdo haber visto encendida la enseña del hotel. Así murió, clausurando poco a poco sus habitaciones, cerrando, cerrando, cerrando…, así murió el América de los 50’, como una ruina sin haber llegado a la condición de ruina, en la primera década del XXI. ©cAc-2013



[1] Mujica, en memoria de Domingo Mujica Carratalá, patriota matancero de ideas separatistas, nacido en el pueblo de Jovellanos, el 15 de septiembre de 1865. Se incorporó al Ejército Libertador y se levantó en armas en febrero de 1895. Apresado por los españoles en agosto de ese año, fue fusilado en el castillo de San Severino, Matanzas, convirtiéndose en el primer patriota fusilado en la provincia matancera durante la guerra del 95’.
[2] Chaflán, conocido humorista espirituano (El Jibaro 1925 - SC 1992).

jueves, 14 de marzo de 2013

El hospedaje de la calle San Lorenzo (Hotel América)


Comenzaba mayo del año 1888 cuando Don Enrique Rascón inscribió como de su propiedad la finca urbana situada en la calle San Lorenzo. A la finca le fue atribuido el número 549 en el Registro de la Propiedad. La casa, más bien casona por el número de habitaciones, estaba construida en mampostería, madera, y su cubierta de tejas. Una antesala y a continuación, la sala, eran las piezas de recibo y reuniones familiares. El comedor y la cocina estaban situados al fondo del inmueble. Para las nueve habitaciones, repartidas, cuatro en la planta baja y cinco en la planta alta, dos letrinas estaban a disposición, también situadas al fondo de la casa. El piso de la planta alta era completamente de madera, y a los cuartos se accedía por una escalera estrecha de madera que partiendo de la sala desembocaba en un pasillo cerrado que llevaba a las habitaciones. Fue precisamente Don Enrique quien comenzó a rehabilitar la casona con fines comerciales, y en el plazo de ocho años el inmueble sufrió cambios en su estructura. A finales del XIX, Don Enrique Rascón se desembaraza de la propiedad, y la misma pasa por las manos de varios propietarios, que van intuyendo que la casona está situada en una calle secundaria pero a unos cincuenta metros de la calle Isabel II (actual calle Colón) y a proximidad de la Plaza Mayor, lo que le confería mayor valor a la superficie. Hasta 1917, a pesar de los cambios estructurales, la casa va a mantener su viejo estilo colonial, en el que se denotaba el friso bajo de su fachada. Por esta época, Santa Clara va a montar en el tren de la renovación urbana, y su paisaje inmobiliario va a cambiar de manera impresionante. La renovación traerá consigo la pérdida de buena parte del patrimonio urbano construido durante el XIX, y un ejemplo de ello lo fue la casona de la calle San Lorenzo. Si bien el inmueble mantuvo su estructura de dos niveles, la fachada se acomodó a los nuevos estilos, y la casa, convertida ya en negocio de hospedaje, se perfiló como hostería. La planta baja incorporó dos puertas principales por las que se accedía al zaguán y de allí al salón y al comedor. Esta planta tenía un baño y un inodoro separados, y una puerta de acceso al patio. En la planta alta fueron construidas 16 habitaciones y de uso común, tres baños y tres inodoros. Las habitaciones dando a la calle, disponían de seis puertas-ventanas con acceso a sendos balcones. Dos galerías portaladas tenían sitio en esta planta. Tampoco llegó a nuestros días este inmueble reconstruido a principios del XX. El boom económico de la década del 50’ borró todo vestigio del vetusto caserón de San Lorenzo y en su lugar se construyó no una hostería sino un hotel con mayúsculas, el Hotel América. ©cAc-2013